K&F Concept es una garantía. El monopié en cuestión es, para empezar, muy ligero. Pesa solo medio kilo, lo que prácticamente no supone ninguna diferencia al llevarlo en la mochila, al hombro o en la cámara, gracias también a la buena distribución del peso. Al tocarlo por primera vez, se nota la solidez del material y la esponja de la parte superior es muy agradable, lo que garantiza un agarre mejor y más cómodo. Su versatilidad es un punto a favor, pero depende de las tareas. Muchos monopiés parten de 35-40 cm en su configuración mínima; este mide alrededor de 50 cm. Nada del otro mundo, con todo cerrado, es más corto que el brazo. Equilibra la longitud inicial con la apertura máxima, que se puede extender gracias a tres secciones diferentes, superando los 1,70 m, significativamente más larga que la mayoría de los monopiés y permitiendo afrontar la mayoría de las situaciones sin tener que agacharse. Como fotógrafo, prefiero un monopié que me llegue a los ojos en lugar de tener que agacharme constantemente. La estabilidad es otra ventaja para la mayoría de los terrenos en los que se instalará. La base es de goma, lo que ofrece un excelente agarre en la mayoría de las superficies, como suelos, madera, hormigón, hierba y tierra. Para terrenos más difíciles, la goma se puede mover, dejando espacio para un tornillo que excava un pequeño surco en el suelo, asegurando así el monópode de forma excelente. Además, el tornillo permite integrar el monópode en otros soportes. Por último, la bolsa de hombro es muy cómoda, está diseñada con precisión para el tamaño del monópode y cuenta con un bolsillo interior de plástico para guardar las herramientas.